Los dos papas by Anthony McCarten

Los dos papas by Anthony McCarten

autor:Anthony McCarten
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Película;Netflix;Papa;Vaticano;iglesia;Ficción histórica;Historia contemporánea;novela contemporánea;religión
ISBN: 1098264
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2019-09-30T07:51:28+00:00


¿Un ejecutor remiso?

Cuando intentamos ahondar en la psique de Joseph Ratzinger, resulta difícil penetrar más allá de la fortaleza de privacidad que rodea sus verdaderos sentimientos. Hay pruebas, sin embargo, que nos indican que su tiempo como prefecto de la CDF no le llenó de gran felicidad.

Después de diez arduos años imponiendo la ley, en 1991 Ratzinger sufrió un ataque cerebral que afectó su campo de visión izquierdo. Habiendo tenido siempre preocupaciones acerca de su propia salud, el viejo cardenal, de sesenta y cuatro años de edad, pidió a Juan Pablo que le liberase de sus deberes como prefecto y le permitiese regresar a Alemania para reemprender sus escritos. Su petición fue denegada.

Un año más tarde, en 1992, Ratzinger fue hospitalizado otra vez, y tuvieron que ponerle puntos en la cabeza, que se hirió con un radiador al desmayarse en sus habitaciones. En lugar de permitirle retirarse, Juan Pablo le «recompensó» otorgándole más responsabilidades aún, elevándole al prestigioso rango de cardenal obispo. Solo hay seis cada vez, elegidos entre el Colegio Cardenalicio, y estos son los únicos cardenales elegibles o bien para decano o para vicedecano del colegio. Esto fue en 1993, y le asignaron a la Diócesis Suburbicaria de Velletri-Segni, situada justo a las afueras de Roma.

Cinco años después de hacer su primera petición, Ratzinger pidió una vez más al papa permiso para dimitir de su puesto y volver a Alemania. De nuevo se encontró con una negativa, y dos años más tarde, con otro ascenso, esta vez a vicedecano del Colegio Cardenalicio, un papel como el de vicepresidente, ayudando al decano. En 2001, después de un intervalo de otros cinco años más, Ratzinger, de setenta y cinco años, hizo una última petición al pontífice, ya enfermo. De nuevo su petición fue rechazada por Juan Pablo, que quizá notando que se acercaba el fin, quiso que el más leal de sus servidores estuviera con él en sus últimos años. Ratzinger fue «recompensado» por su servicio en 2002, cuando fue elegido decano del Colegio Cardenalicio.

La Iglesia católica reverencia a sus mártires, y el sufrimiento ejemplar que han padecido por sus creencias. Ratzinger no resultó distinto cuando se probó su renuencia a aceptar altos cargos y sus numerosos intentos de dimitir. En lugar de quejarse de que nunca quiso aquellas responsabilidades ya desde el principio, y que prefería quedarse en Baviera llevando una tranquila vida de erudición, siempre rechazó esas sugerencias (con la excepción de su comentario sobre la «guillotina que caía») e insistió en que siempre iba adonde le guiaba Dios. Y precisamente era ese aire de obediencia sin cuestionamiento, combinado con su implicación en el escándalo de los abusos y su controvertida actuación como prefecto de la CDF (por ejemplo, describía la homosexualidad como «una fuerte tendencia ordenada hacia un mal moral intrínseco»,111 y una vez dijo que el budismo era «una espiritualidad autoerótica» que busca «la trascendencia sin imponer obligaciones religiosas concretas»), lo que había conducido a caracterizarle como un inquisidor implacable y agresivo.

Cuando consideramos todos los hechos y especulaciones, dos cosas quedan claras.



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